jueves, 13 de mayo de 2010

LLAMAS

Desde un rincón observa las primeras llamas
que crecen con el soplo del viento
en medio de unas líneas como rostros,
son las pinceladas que forman las huellas
en las caras que fueron de otras vidas.

La lujuria es una, que pide a gritos
el vicio de la carne, sin importarle
el abrasamiento que la invade.

Oh! Suerte del impenitente bebedor,
que no perdona liquido servido
para apagar una sed de principios.

Quizás, ese es otro rostro, el del sibarita,
que ahora ve calcinar su sensualidad,
en medio de un rubor ascendente.

Palpable las líneas marcadas en la frente
de la gula, que no tiene control de su apetito,
para hincharse de siesta sempiterna.

Aparece y desaparece el perfil del perezoso,
ahincado en un largo bostezo siniestro.

Parpadeante la figura del adúltero,
en su violación de la fe conyugal.

Ah! Hedonistas! Dioses tributarios
hacia una mar incendiada.





LLAMAS

Desde un rincón observa las primeras llamas
que crecen con el soplo del viento
en medio de unas líneas como rostros,
son las pinceladas que forman las huellas
en las caras que fueron de otras vidas.

La lujuria es una, que pide a gritos
el vicio de la carne, sin importarle
el abrasamiento que la invade.

Oh! Suerte del impenitente bebedor,
que no perdona liquido servido
para apagar una sed de principios.

Quizás, ese es otro rostro, el del sibarita,
que ahora ve calcinar su sensualidad,
en medio de un rubor ascendente.

Palpable las líneas marcadas en la frente
de la gula, que no tiene control de su apetito,
para hincharse de siesta sempiterna.

Aparece y desaparece el perfil del perezoso,
ahincado en un largo bostezo siniestro.

Parpadeante la figura del adúltero,
en su violación de la fe conyugal.

Ah! Hedonistas! Dioses tributarios
hacia una mar incendiada.

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